La libertad no es algo que pueda ser asociado con las costumbres, los
hábitos y los caprichos. Libertad consiste en querer ser uno mismo; es
aquello que depende de nosotros mismos, no de lo que depende de las
costumbres adoptadas en la época en la que nos toca vivir, ni en los
hábitos y los caprichos propios o de los demás.
“Dos más dos son cuatro”, tal expresión no depende de nosotros,
pero sí podemos elegir entre situaciones de nuestra vida que no están
predeterminadas y que caen dentro del campo de aquello que sí depende
de nosotros. El hombre, antes que nada, es un ser que elige, un ser que
se arriesga y un ser que se construye a sí mismo y a su propio ser.
Libertad, desde este horizonte explicativo, es poder decir “sí” o
“no”; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás;
esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene, y por tanto no
lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no olvidarnos de que realmente
estamos decidiendo. Libertad es lo más opuesto a dejarse llevar
por los usos y costumbres, los hábitos y los caprichos, cualesquiera que
éstos sean y de quien sean. Decidir realmente es pensar por lo menos
dos veces lo que vamos a hacer. ¿Lo hago por que me lo demandan o
porque realmente lo quiero y lo deseo? ¿Obedezco porque quien da
las órdenes sabe más que yo? ¿Por qué tengo que hacer siempre lo
que suele hacerse? Si vivo rodeado de gente que tiene por costumbre
efectuar un voto no razonado y fuertemente inducido, ¿por qué tengo
que imitarlos?
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