jueves, 29 de noviembre de 2018
RESPETO A LA HUMANIDAD
La humanidad es tanto origen como destino común de los seres humanos en el planeta tierra. Con este proceso, que es la historia incesante de la humanidad, nos referimos al hombre humanizado, pero también al no-humanizado, es decir, al que se aparta del destino común tendiente al perfeccionamiento del género humano. Se ha dicho una y otra vez, que el hombre posee dos naturalezas: la primera referida a los condicionamientos biológicos que comparte con la especie animal, la segunda está relacionada con la cultura. Pero, habría a esto que agregar una tercera naturaleza, y ésta es precisamente la humanidad, es decir, lo que genera la propia cultura; lo que el hombre ha sido, es y seguirá siendo mientras siga vivo en el planeta tierra. Así pues, la humanidad se concibe como la relación interdependiente entre el hombre como individuo singular, las sociedades históricas y la especie animal a las que pertenece. De este modo, el hombre se realiza en este vínculo intergeneracional; es quien construye la humanidad, su humanidad, es decir, su destino común como hombre, pero al mismo tiempo es constituido por ella.
RESPETO A LA VIDA
En este horizonte explicativo, ¿qué significado adquiere el respeto a la
vida, a la naturaleza y a la humanidad como formas de manifestación
humana del amor hacia los demás?
Primero vamos a abordar el respeto a la vida. ¿Por qué respetar la
vida? Porque, como dice Victoria Camps:
La lucha por la vida es una de las constantes de los seres vivos.
Hasta el punto de que, durante siglos, se consideró el derecho a la
vida como el primer artículo de una ley natural. Ningún ser vivo
quiere la muerte. Esta es siempre algo que acaece, que sobreviene,
no algo que los que están vivos busquen o quieran por sí mismos.130
Todos los seres concretos históricos, espacio temporales (sean
estrellas o peces, nubes o montañas) están limitados en el espacio y el
tiempo. Se dice que sólo Dios es eterno e infinito, puesto que está en
todo lugar y tiempo. Pero en el mundo real todo empieza y todo acaba.
Todo tiene límites espacio-temporales. Aunque en el mundo real todo
acaba, sólo lo que vive muere.
VIDEO- Libertad y Responsabilidad Moral
LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD MORAL
ÉTICA Y DESARROLLO HUMANO
Introducción: En este proyecto realizaremos un vídeo acerca de la libertad y responsabilidad moral y a lo largo de este vídeo se demostrará cuál es su concepto, entre otros.
Objetivo: Dar a conocer a las personas de que trata la libertad y ó en la introducción,
ejemplo: Libertad es la facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, citerios, razón y voluntad.
Justificacion: con el tema ya escogido, se realizara mediante un vídeo el cual se explicara mediante la voz de cada integrante e imágenes.
fundamentacion: se hablara sobre los conceptos que se desarrollo en la introducción, por ejemplo;
Libertad es también el estado o la condición en que se encuentra un individuo que no está en condición de prisionero, coaccionado o sometido a lo que le ordene otra persona.
Asimismo, se utiliza la palabra libertad para referirse a la facultad que tienen los ciudadanos de un país para actuar o no según su voluntad y lo establecido en la ley.
Por otra parte, el significado de libertad también se relaciona con los términos 'confianza' y 'franqueza', especialmente, en su forma plural significa osada familiaridad.
Guion:
Yulissa: Dentro del comportamiento humano los individuos pueden obrar con responsabilidad moral y libertad la responsabilidad es lo que nos hace sujeto y objeto de la ética del derecho de las ideologías y de la fe .
Daniela: Responsabilidad moral es denominada hacia la calificación que reciben las personas por sus actos propiamente moral desde el punto de vista de la ética ser moralmente responsables es cuidar para el bienestar de las personas ante diferentes actos y que esto no repercute negativamente sobre aquellas personas que se encuentran a nuestro alrededor incluyendo a personas que no lo estén este comprende a cada ser humano y la humanidad como un ser todo.
Fatima: La libertad humana se puede definir como un autodeterminación axiologica esto significa que una persona libre se convierta por este mismo derecho en el verdadero autor de su conducta pues el mismo lo determina en función de los valores que se previamente asimilados.
Geraldine: La responsabilidad moral es complicada de entender y definir es muy fácil culpar de algo a una persona sin saber los motivos actuar de tal manera responsabilidad moral y libertad y necesidad se hayan vinculado firmen ente en el acto moral.
martes, 27 de noviembre de 2018
EL RESPETO COMO FUNDAMENTO ÉTICO DEL AMOR A LOS DEMÁS
La ética del amor propio, presupone en todo momento no sólo la relación
persona-persona, sino también la relación hombre-cosa, hombre-mundo
y hombre-vida en general. Se trata, en este caso, de un amplio espectro de
vínculos humanizadores que el hombre es capaz de construir y, gracias a
los cuales, da lugar a su segunda naturaleza, ya que todo lo que el hombre
toca, entra en el reino de la cultura, su cultura.
Los modos de apropiación que el hombre pone en juego en estas
múltiples relaciones pueden ser de distinto tipo: cognitivo (científicofilosófico),
mítico-religioso (basado en creencias en seres sobrenaturales)
y práctico-utilitario (intereses instrumentales). Un cuarto modo de
apropiación no contemplado de manera explícita en los tres anteriores,
resulta ser el modo de apropiación ético. Este último remite a los fines y
valores que orientan la acción del hombre en sus relaciones con las cosas
materiales, la naturaleza, la humanidad y la vida en general. Como ejemplo
de ello, podemos decir que resulta más ético no destruir una piedra que
destruirla cuando es innecesario; no arrojar desechos tóxicos al mar que
arrojarlos, no asesinar especies marinas en peligro de extinción que su
exterminio, no cometer crímenes contra la humanidad que cometerlos,
o finalmente, no atentar contra la vida que ponerla en peligro.
EL AMOR PROPIO COMO AMOR A LOS DEMÁS
Coincidiendo con Fromm, el amor antes que una relación, es un arte que hay que ir aprendiendo todos los días; es pues, aquella actitud que orienta y da significado humano a la relación amorosa. En este sentido, el aprendizaje del amor tenemos que construirlo, sobre todo porque aquel no viene siendo una realidad constitucional del hombre; una prueba de ello es que existen en este último tendencias que son contrarias al amor, como la envidia, los celos, la discriminación, la indiferencia, entre otros rasgos de la naturaleza humana que dificultan el amor a los demás. El amor de sí, es decir, el amor de cada uno de nosotros, nos debe al mismo tiempo posibilitar el tránsito al amor a los demás. Una primera posibilidad en esto es manifestar “amor al prójimo”, definido este término como la voluntad de querer el bien de las personas que nos rodean; sí, de los que están a un lado de ti, de mí, de todos nosotros. En esta faena moral, se trata de poner al amor propio como criterio del amor a los demás, esto es: amar al prójimo tanto como a ti mismo, como reza el mandamiento bíblico.
EL EGOCENTRISMO
El egocentrismo es la concentración exagerada en uno mismo, lo contrario
de mostrar apertura hacia los demás. Sin embargo, no es sinónimo
del egoísmo éticamente considerado. Este último significa manifestación
de amor a las propias potencialidades, en donde el amor propio es concebido
como autoestima, como posibilidad de la propia autorrealización,
junto a la posibilidad que tiene el hombre de reconocerse y actuar
precisamente como sujeto ético, al mismo tiempo que practica el arte
de amar a los demás.
Ahora bien, cabe preguntar ¿por qué se tiende a identificar al amor
propio con el egocentrismo? Esto es así debido a que el hombre tiene
una especial facilidad para centrare en sí mismo, en el propio mundo
y en sus actividades, aislándose de las personas que le rodean. En esto
consiste la perversión del amor propio efectuada por el egocentrismo.
El egocentrismo, entendido como la capacidad de amarse demasiado,
es también demasiado fácil de realizar, de ahí que se haga necesario lo que
se conoce como “olvido de sf’, es decir, el olvido del propio yo, pero en el
sentido de la capacidad para negarse a sí mismo, cuyo auténtico significado
implica impulsar a las personas a salir de un reconcentramiento egoísta en
los propios intereses.
INDIVIDUALISMO
Con el término individualismo, sucede algo parecido con palabras
como egoísmo y amor propio; su sola mención genera ambigüedad.
Ser individualista es, o sinónimo de poco compromiso con
los valores y causas sociales, o bien, su contraparte, compromiso
propio con el desarrollo autónomo de cada persona. ¿Es, pues, bueno
o malo el individualismo desde el punto de vista ético?
En sentido estricto, el individualismo parte del supuesto de que no
hay ética si no se respeta la autonomía del individuo, esto es, sin la conciencia
del sujeto moral de su capacidad para crear o aceptar libremente
sus normas de conducta, por lo que no puede ser malo en absoluto pedirle
que se construya en cuanto tal, es decir, que no renuncie a su condición
de ser proyecto creativo. Como señala Victoria Camps:
No sólo no es rechazable la concepción individualista de la persona:
es una condición y un deber del sujeto moral mantener su individualidad
a salvo de intromisiones ilegítimas; es una condición y un
deber del sujeto moral quererse a sí mismo: no despreciar la propia
valía, antes bien, extraer de ella el máximo rendimiento.
EL AMOR PROPIO COMO AUTOESTIMA Y COMO AMOR A SÍ MISMO
La autoestima es el conocimiento que tenemos de nosotros mismos, es
decir, la aceptación de nuestros potenciales y debilidades, aquello de lo
que somos capaces hacer de acuerdo con nuestra humana condición.
Significa, por tanto, la posibilidad de aceptarnos tal y como somos, con
nuestras virtudes y defectos.
Se habla hoy en día de alta y baja autoestima. La persona con alta
autoestima, al aceptarse como es busca siempre el bien de sí misma, por
el contrario, la que tiene baja autoestima, al no aceptarse con sus propios
potenciales y limitaciones, tiende a la depresión, a la desmoralización
y, en algunos casos, al suicidio. En pocas palabras, no busca su propia
realización, sino lo contrario, su autodestrucción.
De lo anterior se desprende que la persona que tiene una buena autoestima
es la que experimenta el amor propio, esto
es, la aceptación de su propia naturaleza humana,
y por lo mismo, lucha por conseguir su realización.
Lo contrario sucede con la persona que presenta
una baja o nula autoestima.
A decir verdad, la primera persona con la que
de hecho nos relacionamos somos, evidentemente,
nosotros mismos, y esta relación es la que da lugar
precisamente al amor propio.
CONCEPTO DEL AMOR
Con sólo mencionar el término “amor”, damos por sentado que existen
muchas clases de amor: a sí mismo, a los demás, a la naturaleza, a Dios,
a la humanidad, a los animales, incluso a las cosas materiales.
Pero, el verdadero significado que interesa desde el punto de vista
ético, es el amor que profesamos a las demás personas y a nosotros
mismos, sin desconocer que el amor también se puede concebir en la
relación hombre-cosa.
De todos los filósofos de la antigüedad, fue Platón quien en sus
Diálogos E l Banquete y el Fedro, se ocupó del tema con mayor profundidad.
Lo que dijo al respecto, su ubica en el dominio de los mitos, las
fábulas y en su concepción general del amor griego. En este marco, de
acuerdo con Ramón Xirau,111 Platón sostiene una concepción dialéctica
del amor. En tanto eros, el amor es sinónimo de creación, pero también
de carencia; en primer término es amor a la sabiduría, es conocimiento
de la belleza, pero al mismo tiempo es ausencia, es decir, capacidad de
aspiración y de deseo. En tal sentido, el amor es y no es al mismo tiempo. Es
primero carencia, para después tornarse en realización de la persona que
ama o es amada.
Por su parte, Tomás de Aquino define
al amor como un acto genérico de la voluntad
orientado hacia el bien en general.
Según este teólogo-filósofo: “Todo el que
obra, obra por un fin. El fin es el bien que
cada uno ama y desea, por lo que resulta
manifiesto que todo agente obra cualquier
acción por algún tipo de amor”.112 Bajo
este sentido, buscamos todo tipo de fines
porque pensamos que ese es nuestro bien,
y en esa búsqueda incesante, el fin que
buscamos es lo que uno ama. Por consiguiente,
para Tomás de Aquino, el bien y
el amor son una y la misma cosa.
IMPORTANCIA DE LA INTERSUBJETIVIDAD EN LA CONSTITUCIÓN DEL SUJETO ÉTICO
Pero no es el yo individual el único horizonte de la eticidad humana, pues el fundamento y posibilidad de la libertad creadora de las acciones propiamente éticas, entendida la acción humana como principio y como voluntad, no se dan en el vacío. El yo no puede llegar a ser plenamente ético, es decir, un ser que pueda alcanzar su autotrascendencia, si es concebido al margen de la comunidad d ejo es con los que convive cotidianamente, y constituyen por ello mismo, la condición de posibilidad de su confirmación y reconocimiento como tal yo. En esta perspectiva, Savater concibe al yo ético a partir de los principios que para él constituyen los puntos de partida de la reflexión ética, como son: la acción, la existencia dinámica, la posibilidad y la libertad. Sin embargo, un nuevo principio que agrega a los anteriormente citados es la intersubjetividad.96 Bajo esta conceptuaüzación, el sujeto ético para ser un verdadero yo, requiere de otros yoes, necesita ser confirmado y reconocido por una comunidad que lo trascienda, y que al mismo tiempo, le permita desarrollar su propio querer como proceso de autoapropiación personal.
COMPORTAMIENTO MORAL VERSUS COMPORTAMIENTO HUMANO
Hemos venido sosteniendo a lo largo de esta unidad que la realidad moral es constitutivamente humana, o a la inversa, que la realidad humana es constitutivamente moral. Aunque para el caso de este rasgo de la condición humana, cabe aclarar que no se trata de un mero ideal, sino de una necesidad planteada por la propia naturaleza del ser humano, en tanto ser indeterminado, ambiguo y contradictorio que es. Para el caso de los animales, las respuestas que éstos ofrecen al medio ambiente son siempre de carácter mecánico y unívoco. Hay así un “ajustamiento” perfecto gracias a su dotación y determinación biológica que les hace responder ante los estímulos siempre de una forma y no de otra. A este ajustamiento se le denomina “justeza”, y se produce de forma automática. Ahora bien, mientras en los animales hay siempre respuestas unidireccionales y repetibles mecánicamente, en el ser humano la respuesta no se produce de forma automática, y en esta no determinación de la respuesta, se produce el primer momento básico de la libertad, gracias a que el hombre se encuentra libre de estos estímulos del medio ambiente y puede adaptarse de múltiples formas gracias a que posee inteligencia, misma que le permite hacerse cargo de su situación de manera libre y consciente.
LA JUSTIFICACION COMO ESTRUCTURA INTERNA DEL ACTO MORAL
Aún y cuando en el animal el ajustamiento con respecto al medio se produce
de realidad en realidad —de organismo a organismo- directamente, en
el caso del ser humano se da indirectamente, a través de la posibilidad y la
libertad, es decir, libertad no sólo de tener que responder unívocamente,
sino también libertad para preferir en vista de algo, convirtiéndose así
los estímulos en instancias y recursos, esto es, en posibilidades.
En una palabra, mientras al animal le está dado el ajustamiento, el
hombre tiene que hacer ese ajustamiento. .. es decir, tiene que justificar
sus actos. La justificación es, pues, la estructura interna del acto
humano. Por eso, en vez de decir que las acciones humanas tienen
justificación debe decirse que tienen que tenerla; que necesitan
tenerla para ser verdaderamente humanas.. .98
¿En qué consiste por tanto la justificación del acto humano? Consiste
en dar cuenta de dicho acto, dando al mismo tiempo razones de
la posibilidad que se ha puesto en juego; pero no sólo eso, se requiere
además, como hay muchas posibilidades de acción, de preferir alguna
de ellas sobre las demás, y en esto consiste el acto mismo de la libertad.
Dado que no estamos determinados por el estímulo real, nos vemos
forzados a elegir, por eso la elección tiene que ser justificada.
TEMPERAMENTO Y CARACTER
Como señala Erich Fromm,102 las diferencias entre las cualidades heredadas
y las adquiridas es, en general, sinónimo de la diferencia entre
temperamento, dotes y todas las cualidades físicas constitucionales, por
una parte, y el carácter, por la otra. Mientras que las diferencias en el
temperamento no tienen carácter ético, las diferencias en el carácter
constituyen el verdadero problema de la ética; ellas son la expresión del
grado en que un individuo ha tenido éxito en el arte de vivir.
Esta distinción resulta fundamental para entender a su vez las
marcadas diferencias entre dos conceptos que a menudo se tienden a
confundir: temperamento y carácter. El primero, se puede decir, tiene un
matiz de corte genético, constituyendo por ello un conjunto de cualidades
y heredadas por el individuo, debido a su constitución psicobiológica,
en tanto que el carácter tiene más bien un significado ético: es lo que el
hombre se va haciendo como ser consciente y libre.
El temperamento se refiere al modo de reacción y es algo constitucional
e inmodificable en el individuo, mientras que el carácter se forma
esencialmente por las experiencias de la persona, especialmente, en su
infancia y es modificable hasta cierto punto por el conocimiento de uno
mismo y por nuevas experiencias.
Si una persona, por ejemplo, posee un temperamento colérico e
irascible, su modo de reacción es “rápido y fuerte”. Pero aquello ante
lo cual reacciona rápida y violentamente, depende de su carácter. El
temperamento es inmodificable, en tanto que el carácter recupera las
experiencias de la persona, por lo que es modificable.
La libertad como ejercicio de elección
A diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres podemos
inventar y elegir en parte nuestra forma de vida, cosa que no sucede
con los animales. Sin embargo, así como somos capaces de inventar y
elegir, podemos también equivocarnos. Para no equivocarnos debemos
procurar un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir,
o arte de vivir, es a lo que llamamos ética. No obstante, lo que vaya a ser
nuestra vida, dependerá en gran parte de nuestra libertad, es decir, de
nuestra capacidad para inventar, elegir y discutir por nosotros mismos
nuestro propio proyecto de vida. Vista así, la libertad, es poder decir “sí”
o “no”, lo más opuesto a dejarse llevar, por ejemplo, por la costumbre,
los hábitos y los caprichos, libertad es poder decidir racional y responsablemente
nuestros propios cursos de acción, haciéndonos cargo de
las consecuencias de nuestras acciones.
Libertad, costumbres, hábitos y caprichos
La libertad no es algo que pueda ser asociado con las costumbres, los
hábitos y los caprichos. Libertad consiste en querer ser uno mismo; es
aquello que depende de nosotros mismos, no de lo que depende de las
costumbres adoptadas en la época en la que nos toca vivir, ni en los
hábitos y los caprichos propios o de los demás.
“Dos más dos son cuatro”, tal expresión no depende de nosotros,
pero sí podemos elegir entre situaciones de nuestra vida que no están
predeterminadas y que caen dentro del campo de aquello que sí depende
de nosotros. El hombre, antes que nada, es un ser que elige, un ser que
se arriesga y un ser que se construye a sí mismo y a su propio ser.
Libertad, desde este horizonte explicativo, es poder decir “sí” o
“no”; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás;
esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene, y por tanto no
lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no olvidarnos de que realmente
estamos decidiendo. Libertad es lo más opuesto a dejarse llevar
por los usos y costumbres, los hábitos y los caprichos, cualesquiera que
éstos sean y de quien sean. Decidir realmente es pensar por lo menos
dos veces lo que vamos a hacer. ¿Lo hago por que me lo demandan o
porque realmente lo quiero y lo deseo? ¿Obedezco porque quien da
las órdenes sabe más que yo? ¿Por qué tengo que hacer siempre lo
que suele hacerse? Si vivo rodeado de gente que tiene por costumbre
efectuar un voto no razonado y fuertemente inducido, ¿por qué tengo
que imitarlos?
LA DESMORALIZACION HUMANA
Lo amoral, inmoral y la desmoralización en el hombre, más que ser
una mera antítesis conceptual de lo considerado como propiamente
“moral”, se convierte en un abandono de la posibilidad de llegar a ser
cada vez más humano, es decir, más justo, honesto, libre, racional, y
todo aquello que, de acuerdo con la moral como contenido, constituye
lo estrictamente humano.
Esto último es precisamente lo que
nos quiere decir José Ortega y Gasset,
cuando señala que la vida humana consiste,
fundamentalmente, en tarea y quehacer.
Para este filósofo español, decir que
el hombre es “moral” es un pleonasmo,
una mera tautología. Como una suerte de
confesión, expresa lo siguiente:
Me irrita este vocablo “moral”. Me irrita
porque en su uso y abuso tradicionales
se entiende por moral no sé que añadido
de ornamento puesto a la vida y ser de
un hombre o de un pueblo. Por eso yo
prefiero que el lector lo entienda por lo
que significa, no en la contraposición
moral-inmoral, sino en el sentido que
adquiere cuando de alguien se dice que
está desmoralizado.
EL QUERER COMO POSIBILIDAD
La ética del deseo, de la posibilidad y de la libertad transforma el principio
cartesiano “pienso, luego existo”, por el de “quiero, luego existo”. Si la
acción humana es el fundamento de toda moralidad, para ser el hombre
primero tiene que querer ser. Ya no se trata ahora de la acción como fundamento,
sino de interrogar por el fundamento del fundamento, esto es,
por aquello que está detrás de la acción misma, y que es precisamente la
voluntad como fundamento de la acción ética. Así, el nuevo principio
de la subjetividad énea no es el deber, sino mi voluntad más profunda.
Por lo que, de acuerdo con Savater, la pregunta radical sobre la cual gira
la ética ya no es “¿qué debo hacer?” ni tampoco”¿qué puedo hacer?”,
sino “¿qué quiero hacer?”93
En el horizonte del quehacer ético, antes de ser, la decisión compete
única y exclusivamente a nuestra voluntad. En este sentido, la pregunta
¿qué quiero ser?, tiene que estar precedida por ¿qué quiero hacer de mi
vida? En pocas palabras: antes de ser hay que querer ser.
EL HOMBRE COMO SUJETO DEL DESEO
Dentro de las estructuras éticas y ontológicas del ser del hombre se encuentra
principalmente el deseo, elemento constitutivo que nos hace seres
humanos. Pero éste adquiere diferentes significados según las distintas
perspectivas teóricas desde las cuales se le aborda.
Etimológicamente, el término deriva del latín desidium, que significa
deseo erótico. En el idioma español, deseo viene de desidia (indolencia
y pereza). Según Berceo, para Plauto es “libertinaje” y para Cicerón
“avidez”,89 por lo que en este sentido asume el significado de “voluptuosidad”,
incentivo de la lujuria.
Desde el sentido común, el deseo tiende a ser identificado con el
deseo sexual. En esta misma línea de interpretación, pero desde un enfoque
científico, la concepción freudiana asocia al deseo con la libido, es
decir, con el impulso sexual reprimido en el individuo, no susceptible de
realización, precisamente por razones sociales, axiológicas y culturales.
Se trata del deseo sexual sublimado.
Esta concepción libidinal del deseo resulta ser insuficiente para dar
una explicación de la rica complejidad del fenómeno, toda vez que éste,
como manifestación de la acción humana que es, no se reduce sólo a
deseo sexual, pues el hombre es sujeto del deseo de muchas cosas más.
EL HOMBRE COMO SER CONSTITUTIVAMENTE MORAL
Se afirma que somos, según cierta tradición de la filosofía moral hispana,75
seres constitutivamente morales, lo que significa, para decirlo en términos
coloquiales, que “no nos queda de otra”. En esto, y, parafraseando ajean
Paúl Sartre, estamos condenados a ser sujetos morales. Podemos comportarnos
de forma moralmente correcta en relación con determinadas concepciones
del bien moral, es decir, en relación con determinadas normas
y códigos morales para nosotros valiosos, o bien, en el otro extremo,
podemos comportarnos de forma inmoral con respecto a ellos, pero
estructuralmente hablando, no existe ninguna persona que se encuentre
situada “más allá del bien y del mal”. Esto significa que ante el hecho
moral, por más que queramos, no podemos ser indiferentes: somos
seres morales tanto porque nos apegamos a cierta moral como porque
nos apartamos de ella.
Desde los orígenes mismos de la humanidad, la conducta humana
se enfrenta a la doble posibilidad de ser, precisamente “buena” o “mala”,
digna o indigna del hombre. Así, la libertad implica siempre el riesgo
humano de escoger tanto una conducta como otra. De ahí lo que en
ética se conoce como ambigüedad humana.
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