jueves, 29 de noviembre de 2018

DEL ENAMORAMIENTO AL AMOR


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El enamoramiento es una manifestación del amor pero no se confunde con él. Se trata de un proceso afectivo-sentimental, originalmente entre un hombre y una mujer que surge como un destello que parece indicar que esa persona es alguien trascendental en nuestra vida. Pero ello no es todavía el amor, sino una de sus apariciones nacientes. El proceso de enamoramiento presenta varias características. Una de ellas es que es algo que sucede, es decir, tiene que ver más con el corazón que con la voluntad. Enamorarse, en este sentido, “no es una decisión ni una elección, sino un proceso, algo que acontece, a veces incluso en contra de la propia voluntad”. No decimos: “me voy a enamorar de él o de ella”, sino que el enamoramiento surge como una cuestión del corazón más que de la voluntad o de la inteligencia; aunque no significa que estos elementos no tengan un papel en este proceso, pero es siempre secundario. Una segunda característica es que en el enamoramiento se atrae a la persona del hombre o de la mujer, no sólo por el aspecto sexual, sino en su globalidad, es decir, por su personalidad, risa, inteligencia, ternura, carácter, mirada, sonrisa, etc. El hombre se enamora por los rasgos propios de la feminidad de la mujer, y ésta de la persona del hombre en su masculinidad. Una tercera característica, indica que el enamoramiento no se reduce a mera atracción. Implica que, poco a poco, la persona del otro comienza a resultar esencial en mí vida.

RESPETO A LA HUMANIDAD


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La humanidad es tanto origen como destino común de los seres humanos en el planeta tierra. Con este proceso, que es la historia incesante de la humanidad, nos referimos al hombre humanizado, pero también al no-humanizado, es decir, al que se aparta del destino común tendiente al perfeccionamiento del género humano. Se ha dicho una y otra vez, que el hombre posee dos naturalezas: la primera referida a los condicionamientos biológicos que comparte con la especie animal, la segunda está relacionada con la cultura. Pero, habría a esto que agregar una tercera naturaleza, y ésta es precisamente la humanidad, es decir, lo que genera la propia cultura; lo que el hombre ha sido, es y seguirá siendo mientras siga vivo en el planeta tierra. Así pues, la humanidad se concibe como la relación interdependiente entre el hombre como individuo singular, las sociedades históricas y la especie animal a las que pertenece. De este modo, el hombre se realiza en este vínculo intergeneracional; es quien construye la humanidad, su humanidad, es decir, su destino común como hombre, pero al mismo tiempo es constituido por ella.


RESPETO A LA VIDA


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En este horizonte explicativo, ¿qué significado adquiere el respeto a la vida, a la naturaleza y a la humanidad como formas de manifestación humana del amor hacia los demás? Primero vamos a abordar el respeto a la vida. ¿Por qué respetar la vida? Porque, como dice Victoria Camps: La lucha por la vida es una de las constantes de los seres vivos. Hasta el punto de que, durante siglos, se consideró el derecho a la vida como el primer artículo de una ley natural. Ningún ser vivo quiere la muerte. Esta es siempre algo que acaece, que sobreviene, no algo que los que están vivos busquen o quieran por sí mismos.130 Todos los seres concretos históricos, espacio temporales (sean estrellas o peces, nubes o montañas) están limitados en el espacio y el tiempo. Se dice que sólo Dios es eterno e infinito, puesto que está en todo lugar y tiempo. Pero en el mundo real todo empieza y todo acaba. Todo tiene límites espacio-temporales. Aunque en el mundo real todo acaba, sólo lo que vive muere. 

VIDEO- Libertad y Responsabilidad Moral

                                          LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD MORAL 

                                ÉTICA Y DESARROLLO HUMANO 

IntroducciónEn este proyecto realizaremos un vídeo acerca de la libertad y responsabilidad moral y a lo largo de este vídeo se demostrará cuál es su concepto, entre otros.

ObjetivoDar a conocer a las personas de que trata la libertad y ó en la introducción, 
ejemplo:  Libertad es la facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, citerios, razón y voluntad.

Justificacion: con el tema ya escogido, se realizara mediante un vídeo el cual se explicara mediante la voz de cada integrante e imágenes.

fundamentacion: se hablara sobre los conceptos que se desarrollo en la introducción, por ejemplo;

Libertad es también el estado o la condición en que se encuentra un individuo que no está en condición de prisionero, coaccionado o sometido a lo que le ordene otra persona.
Asimismo, se utiliza la palabra libertad para referirse a la facultad que tienen los ciudadanos de un país para actuar o no según su voluntad y lo establecido en la ley.
Por otra parte, el significado de libertad también se relaciona con los términos 'confianza' y 'franqueza', especialmente, en su forma plural significa osada familiaridad.
Guion:

Yulissa: Dentro del comportamiento humano los individuos pueden obrar con responsabilidad moral y libertad la responsabilidad es lo que nos hace sujeto y objeto de la ética del derecho de las ideologías y de la fe .

Daniela: Responsabilidad moral es denominada hacia la calificación que reciben las personas por sus actos propiamente moral desde el punto de vista de la ética ser moralmente responsables es cuidar para el bienestar  de las personas ante diferentes actos y que esto no repercute negativamente sobre aquellas personas que se encuentran a nuestro alrededor incluyendo a personas que no lo estén este comprende a cada ser humano y la humanidad como un ser todo.

Fatima: La libertad humana se puede definir como un autodeterminación axiologica esto significa que una persona libre se convierta por este mismo derecho en el verdadero autor de su conducta pues el mismo lo determina en función de los valores que se previamente asimilados.

Geraldine: La responsabilidad moral es complicada de entender y definir  es muy fácil culpar de algo a una persona sin saber los motivos actuar de tal manera responsabilidad  moral  y libertad y necesidad se hayan vinculado firmen ente en el acto moral.

 


martes, 27 de noviembre de 2018

EL RESPETO COMO FUNDAMENTO ÉTICO DEL AMOR A LOS DEMÁS


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La ética del amor propio, presupone en todo momento no sólo la relación persona-persona, sino también la relación hombre-cosa, hombre-mundo y hombre-vida en general. Se trata, en este caso, de un amplio espectro de vínculos humanizadores que el hombre es capaz de construir y, gracias a los cuales, da lugar a su segunda naturaleza, ya que todo lo que el hombre toca, entra en el reino de la cultura, su cultura. Los modos de apropiación que el hombre pone en juego en estas múltiples relaciones pueden ser de distinto tipo: cognitivo (científicofilosófico), mítico-religioso (basado en creencias en seres sobrenaturales) y práctico-utilitario (intereses instrumentales). Un cuarto modo de apropiación no contemplado de manera explícita en los tres anteriores, resulta ser el modo de apropiación ético. Este último remite a los fines y valores que orientan la acción del hombre en sus relaciones con las cosas materiales, la naturaleza, la humanidad y la vida en general. Como ejemplo de ello, podemos decir que resulta más ético no destruir una piedra que destruirla cuando es innecesario; no arrojar desechos tóxicos al mar que arrojarlos, no asesinar especies marinas en peligro de extinción que su exterminio, no cometer crímenes contra la humanidad que cometerlos, o finalmente, no atentar contra la vida que ponerla en peligro.

EL AMOR PROPIO COMO AMOR A LOS DEMÁS


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Coincidiendo con Fromm, el amor antes que una relación, es un arte que hay que ir aprendiendo todos los días; es pues, aquella actitud que orienta y da significado humano a la relación amorosa. En este sentido, el aprendizaje del amor tenemos que construirlo, sobre todo porque aquel no viene siendo una realidad constitucional del hombre; una prueba de ello es que existen en este último tendencias que son contrarias al amor, como la envidia, los celos, la discriminación, la indiferencia, entre otros rasgos de la naturaleza humana que dificultan el amor a los demás. El amor de sí, es decir, el amor de cada uno de nosotros, nos debe al mismo tiempo posibilitar el tránsito al amor a los demás. Una primera posibilidad en esto es manifestar “amor al prójimo”, definido este término como la voluntad de querer el bien de las personas que nos rodean; sí, de los que están a un lado de ti, de mí, de todos nosotros. En esta faena moral, se trata de poner al amor propio como criterio del amor a los demás, esto es: amar al prójimo tanto como a ti mismo, como reza el mandamiento bíblico.

EL EGOCENTRISMO


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El egocentrismo es la concentración exagerada en uno mismo, lo contrario de mostrar apertura hacia los demás. Sin embargo, no es sinónimo del egoísmo éticamente considerado. Este último significa manifestación de amor a las propias potencialidades, en donde el amor propio es concebido como autoestima, como posibilidad de la propia autorrealización, junto a la posibilidad que tiene el hombre de reconocerse y actuar precisamente como sujeto ético, al mismo tiempo que practica el arte de amar a los demás. Ahora bien, cabe preguntar ¿por qué se tiende a identificar al amor propio con el egocentrismo? Esto es así debido a que el hombre tiene una especial facilidad para centrare en sí mismo, en el propio mundo y en sus actividades, aislándose de las personas que le rodean. En esto consiste la perversión del amor propio efectuada por el egocentrismo. El egocentrismo, entendido como la capacidad de amarse demasiado, es también demasiado fácil de realizar, de ahí que se haga necesario lo que se conoce como “olvido de sf’, es decir, el olvido del propio yo, pero en el sentido de la capacidad para negarse a sí mismo, cuyo auténtico significado implica impulsar a las personas a salir de un reconcentramiento egoísta en los propios intereses.

INDIVIDUALISMO


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Con el término individualismo, sucede algo parecido con palabras como egoísmo y amor propio; su sola mención genera ambigüedad. Ser individualista es, o sinónimo de poco compromiso con los valores y causas sociales, o bien, su contraparte, compromiso propio con el desarrollo autónomo de cada persona. ¿Es, pues, bueno o malo el individualismo desde el punto de vista ético? En sentido estricto, el individualismo parte del supuesto de que no hay ética si no se respeta la autonomía del individuo, esto es, sin la conciencia del sujeto moral de su capacidad para crear o aceptar libremente sus normas de conducta, por lo que no puede ser malo en absoluto pedirle que se construya en cuanto tal, es decir, que no renuncie a su condición de ser proyecto creativo. Como señala Victoria Camps: No sólo no es rechazable la concepción individualista de la persona: es una condición y un deber del sujeto moral mantener su individualidad a salvo de intromisiones ilegítimas; es una condición y un deber del sujeto moral quererse a sí mismo: no despreciar la propia valía, antes bien, extraer de ella el máximo rendimiento.

EL AMOR PROPIO COMO AUTOESTIMA Y COMO AMOR A SÍ MISMO


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La autoestima es el conocimiento que tenemos de nosotros mismos, es decir, la aceptación de nuestros potenciales y debilidades, aquello de lo que somos capaces hacer de acuerdo con nuestra humana condición. Significa, por tanto, la posibilidad de aceptarnos tal y como somos, con nuestras virtudes y defectos. Se habla hoy en día de alta y baja autoestima. La persona con alta autoestima, al aceptarse como es busca siempre el bien de sí misma, por el contrario, la que tiene baja autoestima, al no aceptarse con sus propios potenciales y limitaciones, tiende a la depresión, a la desmoralización y, en algunos casos, al suicidio. En pocas palabras, no busca su propia realización, sino lo contrario, su autodestrucción. De lo anterior se desprende que la persona que tiene una buena autoestima es la que experimenta el amor propio, esto es, la aceptación de su propia naturaleza humana, y por lo mismo, lucha por conseguir su realización. Lo contrario sucede con la persona que presenta una baja o nula autoestima. A decir verdad, la primera persona con la que de hecho nos relacionamos somos, evidentemente, nosotros mismos, y esta relación es la que da lugar precisamente al amor propio.

CONCEPTO DEL AMOR


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Con sólo mencionar el término “amor”, damos por sentado que existen muchas clases de amor: a sí mismo, a los demás, a la naturaleza, a Dios, a la humanidad, a los animales, incluso a las cosas materiales. Pero, el verdadero significado que interesa desde el punto de vista ético, es el amor que profesamos a las demás personas y a nosotros mismos, sin desconocer que el amor también se puede concebir en la relación hombre-cosa. De todos los filósofos de la antigüedad, fue Platón quien en sus Diálogos E l Banquete y el Fedro, se ocupó del tema con mayor profundidad. Lo que dijo al respecto, su ubica en el dominio de los mitos, las fábulas y en su concepción general del amor griego. En este marco, de acuerdo con Ramón Xirau,111 Platón sostiene una concepción dialéctica del amor. En tanto eros, el amor es sinónimo de creación, pero también de carencia; en primer término es amor a la sabiduría, es conocimiento de la belleza, pero al mismo tiempo es ausencia, es decir, capacidad de aspiración y de deseo. En tal sentido, el amor es y no es al mismo tiempo. Es primero carencia, para después tornarse en realización de la persona que ama o es amada. Por su parte, Tomás de Aquino define al amor como un acto genérico de la voluntad orientado hacia el bien en general. Según este teólogo-filósofo: “Todo el que obra, obra por un fin. El fin es el bien que cada uno ama y desea, por lo que resulta manifiesto que todo agente obra cualquier acción por algún tipo de amor”.112 Bajo este sentido, buscamos todo tipo de fines porque pensamos que ese es nuestro bien, y en esa búsqueda incesante, el fin que buscamos es lo que uno ama. Por consiguiente, para Tomás de Aquino, el bien y el amor son una y la misma cosa.

IMPORTANCIA DE LA INTERSUBJETIVIDAD EN LA CONSTITUCIÓN DEL SUJETO ÉTICO

Pero no es el yo individual el único horizonte de la eticidad humana, pues el fundamento y posibilidad de la libertad creadora de las acciones propiamente éticas, entendida la acción humana como principio y como voluntad, no se dan en el vacío. El yo no puede llegar a ser plenamente  ético, es decir, un ser que pueda alcanzar su autotrascendencia, si es concebido al margen de la comunidad d ejo es con los que convive cotidianamente, y constituyen por ello mismo, la condición de posibilidad de su confirmación y reconocimiento como tal yo. En esta perspectiva, Savater concibe al yo ético a partir de los principios que para él constituyen los puntos de partida de la reflexión ética, como son: la acción, la existencia dinámica, la posibilidad y la libertad. Sin embargo, un nuevo principio que agrega a los anteriormente citados es la intersubjetividad.96 Bajo esta conceptuaüzación, el sujeto ético para ser un verdadero yo, requiere de otros yoes, necesita ser confirmado y reconocido por una comunidad que lo trascienda, y que al mismo tiempo, le permita desarrollar su propio querer como proceso de autoapropiación personal.

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COMPORTAMIENTO MORAL VERSUS COMPORTAMIENTO HUMANO

Hemos venido sosteniendo a lo largo de esta unidad que la realidad moral es constitutivamente humana, o a la inversa, que la realidad humana es constitutivamente moral. Aunque para el caso de este rasgo de la condición humana, cabe aclarar que no se trata de un mero ideal, sino de una necesidad planteada por la propia naturaleza del ser humano, en tanto ser indeterminado, ambiguo y contradictorio que es. Para el caso de los animales, las respuestas que éstos ofrecen al medio ambiente son siempre de carácter mecánico y unívoco. Hay así un “ajustamiento” perfecto gracias a su dotación y determinación biológica que les hace responder ante los estímulos siempre de una forma y no de otra. A este ajustamiento se le denomina “justeza”, y se produce de forma automática. Ahora bien, mientras en los animales hay siempre respuestas unidireccionales y repetibles mecánicamente, en el ser humano la respuesta no se produce de forma automática, y en esta no determinación de la respuesta, se produce el primer momento básico de la libertad, gracias a que el hombre se encuentra libre de estos estímulos del medio ambiente y puede adaptarse de múltiples formas gracias a que posee inteligencia, misma que le permite hacerse cargo de su situación de manera libre y consciente.

LA JUSTIFICACION COMO ESTRUCTURA INTERNA DEL ACTO MORAL

Aún y cuando en el animal el ajustamiento con respecto al medio se produce de realidad en realidad —de organismo a organismo- directamente, en el caso del ser humano se da indirectamente, a través de la posibilidad y la libertad, es decir, libertad no sólo de tener que responder unívocamente, sino también libertad para preferir en vista de algo, convirtiéndose así los estímulos en instancias y recursos, esto es, en posibilidades. En una palabra, mientras al animal le está dado el ajustamiento, el hombre tiene que hacer ese ajustamiento. .. es decir, tiene que justificar sus actos. La justificación es, pues, la estructura interna del acto humano. Por eso, en vez de decir que las acciones humanas tienen justificación debe decirse que tienen que tenerla; que necesitan tenerla para ser verdaderamente humanas.. .98 ¿En qué consiste por tanto la justificación del acto humano? Consiste en dar cuenta de dicho acto, dando al mismo tiempo razones de la posibilidad que se ha puesto en juego; pero no sólo eso, se requiere además, como hay muchas posibilidades de acción, de preferir alguna de ellas sobre las demás, y en esto consiste el acto mismo de la libertad. Dado que no estamos determinados por el estímulo real, nos vemos forzados a elegir, por eso la elección tiene que ser justificada. 

TEMPERAMENTO Y CARACTER

Como señala Erich Fromm,102 las diferencias entre las cualidades heredadas y las adquiridas es, en general, sinónimo de la diferencia entre temperamento, dotes y todas las cualidades físicas constitucionales, por una parte, y el carácter, por la otra. Mientras que las diferencias en el temperamento no tienen carácter ético, las diferencias en el carácter constituyen el verdadero problema de la ética; ellas son la expresión del grado en que un individuo ha tenido éxito en el arte de vivir. Esta distinción resulta fundamental para entender a su vez las marcadas diferencias entre dos conceptos que a menudo se tienden a confundir: temperamento y carácter. El primero, se puede decir, tiene un matiz de corte genético, constituyendo por ello un conjunto de cualidades y heredadas por el individuo, debido a su constitución psicobiológica, en tanto que el carácter tiene más bien un significado ético: es lo que el hombre se va haciendo como ser consciente y libre. El temperamento se refiere al modo de reacción y es algo constitucional e inmodificable en el individuo, mientras que el carácter se forma esencialmente por las experiencias de la persona, especialmente, en su infancia y es modificable hasta cierto punto por el conocimiento de uno mismo y por nuevas experiencias. Si una persona, por ejemplo, posee un temperamento colérico e irascible, su modo de reacción es “rápido y fuerte”. Pero aquello ante lo cual reacciona rápida y violentamente, depende de su carácter. El temperamento es inmodificable, en tanto que el carácter recupera las experiencias de la persona, por lo que es modificable.
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La libertad como ejercicio de elección


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A diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida, cosa que no sucede con los animales. Sin embargo, así como somos capaces de inventar y elegir, podemos también equivocarnos. Para no equivocarnos debemos procurar un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir, es a lo que llamamos ética. No obstante, lo que vaya a ser nuestra vida, dependerá en gran parte de nuestra libertad, es decir, de nuestra capacidad para inventar, elegir y discutir por nosotros mismos nuestro propio proyecto de vida. Vista así, la libertad, es poder decir “sí” o “no”, lo más opuesto a dejarse llevar, por ejemplo, por la costumbre, los hábitos y los caprichos, libertad es poder decidir racional y responsablemente nuestros propios cursos de acción, haciéndonos cargo de las consecuencias de nuestras acciones.

Libertad, costumbres, hábitos y caprichos


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La libertad no es algo que pueda ser asociado con las costumbres, los hábitos y los caprichos. Libertad consiste en querer ser uno mismo; es aquello que depende de nosotros mismos, no de lo que depende de las costumbres adoptadas en la época en la que nos toca vivir, ni en los hábitos y los caprichos propios o de los demás. “Dos más dos son cuatro”, tal expresión no depende de nosotros, pero sí podemos elegir entre situaciones de nuestra vida que no están predeterminadas y que caen dentro del campo de aquello que sí depende de nosotros. El hombre, antes que nada, es un ser que elige, un ser que se arriesga y un ser que se construye a sí mismo y a su propio ser. Libertad, desde este horizonte explicativo, es poder decir “sí” o “no”; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene, y por tanto no lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no olvidarnos de que realmente estamos decidiendo. Libertad es lo más opuesto a dejarse llevar por los usos y costumbres, los hábitos y los caprichos, cualesquiera que éstos sean y de quien sean. Decidir realmente es pensar por lo menos dos veces lo que vamos a hacer. ¿Lo hago por que me lo demandan o porque realmente lo quiero y lo deseo? ¿Obedezco porque quien da las órdenes sabe más que yo? ¿Por qué tengo que hacer siempre lo que suele hacerse? Si vivo rodeado de gente que tiene por costumbre efectuar un voto no razonado y fuertemente inducido, ¿por qué tengo que imitarlos?

LA DESMORALIZACION HUMANA


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Lo amoral, inmoral y la desmoralización en el hombre, más que ser una mera antítesis conceptual de lo considerado como propiamente “moral”, se convierte en un abandono de la posibilidad de llegar a ser cada vez más humano, es decir, más justo, honesto, libre, racional, y todo aquello que, de acuerdo con la moral como contenido, constituye lo estrictamente humano. Esto último es precisamente lo que nos quiere decir José Ortega y Gasset, cuando señala que la vida humana consiste, fundamentalmente, en tarea y quehacer. Para este filósofo español, decir que el hombre es “moral” es un pleonasmo, una mera tautología. Como una suerte de confesión, expresa lo siguiente: Me irrita este vocablo “moral”. Me irrita porque en su uso y abuso tradicionales se entiende por moral no sé que añadido de ornamento puesto a la vida y ser de un hombre o de un pueblo. Por eso yo prefiero que el lector lo entienda por lo que significa, no en la contraposición moral-inmoral, sino en el sentido que adquiere cuando de alguien se dice que está desmoralizado.

EL QUERER COMO POSIBILIDAD

La ética del deseo, de la posibilidad y de la libertad transforma el principio cartesiano “pienso, luego existo”, por el de “quiero, luego existo”. Si la acción humana es el fundamento de toda moralidad, para ser el hombre primero tiene que querer ser. Ya no se trata ahora de la acción como fundamento, sino de interrogar por el fundamento del fundamento, esto es, por aquello que está detrás de la acción misma, y que es precisamente la voluntad como fundamento de la acción ética. Así, el nuevo principio de la subjetividad énea no es el deber, sino mi voluntad más profunda. Por lo que, de acuerdo con Savater, la pregunta radical sobre la cual gira la ética ya no es “¿qué debo hacer?” ni tampoco”¿qué puedo hacer?”, sino “¿qué quiero hacer?”93 En el horizonte del quehacer ético, antes de ser, la decisión compete única y exclusivamente a nuestra voluntad. En este sentido, la pregunta ¿qué quiero ser?, tiene que estar precedida por ¿qué quiero hacer de mi vida? En pocas palabras: antes de ser hay que querer ser.
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EL HOMBRE COMO SUJETO DEL DESEO

Dentro de las estructuras éticas y ontológicas del ser del hombre se encuentra principalmente el deseo, elemento constitutivo que nos hace seres humanos. Pero éste adquiere diferentes significados según las distintas perspectivas teóricas desde las cuales se le aborda. Etimológicamente, el término deriva del latín desidium, que significa deseo erótico. En el idioma español, deseo viene de desidia (indolencia y pereza). Según Berceo, para Plauto es “libertinaje” y para Cicerón “avidez”,89 por lo que en este sentido asume el significado de “voluptuosidad”, incentivo de la lujuria. Desde el sentido común, el deseo tiende a ser identificado con el deseo sexual. En esta misma línea de interpretación, pero desde un enfoque científico, la concepción freudiana asocia al deseo con la libido, es decir, con el impulso sexual reprimido en el individuo, no susceptible de realización, precisamente por razones sociales, axiológicas y culturales. Se trata del deseo sexual sublimado. Esta concepción libidinal del deseo resulta ser insuficiente para dar una explicación de la rica complejidad del fenómeno, toda vez que éste, como manifestación de la acción humana que es, no se reduce sólo a deseo sexual, pues el hombre es sujeto del deseo de muchas cosas más.
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EL HOMBRE COMO SER CONSTITUTIVAMENTE MORAL

Se afirma que somos, según cierta tradición de la filosofía moral hispana,75 seres constitutivamente morales, lo que significa, para decirlo en términos coloquiales, que “no nos queda de otra”. En esto, y, parafraseando ajean Paúl Sartre, estamos condenados a ser sujetos morales. Podemos comportarnos de forma moralmente correcta en relación con determinadas concepciones del bien moral, es decir, en relación con determinadas normas y códigos morales para nosotros valiosos, o bien, en el otro extremo, podemos comportarnos de forma inmoral con respecto a ellos, pero estructuralmente hablando, no existe ninguna persona que se encuentre situada “más allá del bien y del mal”. Esto significa que ante el hecho moral, por más que queramos, no podemos ser indiferentes: somos seres morales tanto porque nos apegamos a cierta moral como porque nos apartamos de ella. Desde los orígenes mismos de la humanidad, la conducta humana se enfrenta a la doble posibilidad de ser, precisamente “buena” o “mala”, digna o indigna del hombre. Así, la libertad implica siempre el riesgo humano de escoger tanto una conducta como otra. De ahí lo que en ética se conoce como ambigüedad humana.

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